lunes, 21 de febrero de 2011

¿cómo es el Betis? ¿cómo es el Sevilla?

(Foto antigua, en breve pondré alguna más reciente)

Desde que nacemos nos vemos sometidos a una serie de interrogantes que, con muchas opciones, si sabemos dar con la respuesta adecuada irá marcando en un sentido u otro, el resto de nuestra vida.

Aquí en Sevilla la situación se complica cuando en estas cuestiones se incluyen a los 2 equipos de nuestra ciudad: Betis y Sevilla. Cuestionarios como “¿a quién quieres más a papá o a mamá?” dejan paso a “¿cómo es el Betis? ¿cómo es el Sevilla?”.

Cuento esto porque el otro día tuve una mala experiencia en este sentido. Tras 18 meses de intenso trabajo y dedicación, y contando con la inestimable colaboración familiar, conseguí transmitirle a mi niño Rubén cierto sentimiento de simpatía hacia el equipo de la ciudad, el Real Betis Balompié. Afortunadamente ni en mi familia biológica, ni en mi familia política encontré ningún tipo de hándicap en conseguir mi gran objetivo. Eran días felices, mi labor de padre no admitía discusión ninguna. El aprender a leer, las tablas de multiplicar … pasaban a un segundo plano. El partido estaba ganado. Para los que se están viniendo arriba, aclaro que mi único mérito fue el clásico “Betis bueno”, “Sevilla caca”.

Craso error. Podéis llamarlo exceso de confianza, pero dejé de potenciar esa virtud y me centré en otro tipo de enseñanzas dedicadas a mejorar la conducta de Rubén, tales como tirar papeles a las papeleras, no pegar bocados, …

Como resultado de mi “despiste paterno”, el jueves de la pasada semana jugó el otro equipo de la ciudad con el Oporto un partido de la Europa League, o sea, la UEFA, sí la del paragüeros. La noche prometía, te guste ó no, es un partido de fútbol y a eso, como a un botellín fresquito, nunca se le dice que no. Por eso puse mi televisión en el canal “cuatro” unos minutos antes del partido, cuando la cosa empezó a complicarse.

Eran las 20:56 horas y en la televisión de mi salón sonaba el himno del “de la felpa”, la tragedia se mascaba. Rubén prestaba atención (más de la que yo quisiera), mis ojos se dirigían ininterrumpidamente de Rubén a la televisión y de la televisión al mando. 18 meses !!! 18 meses a punto de irse al carajo. Cuando segundos más tarde se confirmaron mis sospechas, al llegar al estribillo de la ya mencionada serenata, Rubén empezó a cantar: “illa illa illa”, incluso con voz de hincha. Ya sabéis como cuando decimos “lo lo lololó”.

Se me pasó por la cabeza pequeñas soluciones como apagar la tele, recurrir a pequeñas dosis de reprimendas, recordarle sus orígenes, … pero sabía que así sólo conseguía poner el parche, matar moscas a cañonazos, tenía que acabar con el problema de raíz. No obstante mantuve la calma, 5 años tomando café en Pedagogía tenía que dar sus frutos. Rebusqué en mi mente momentos decisivos de esos años: profesores, psicología evolutiva, consejos, adaptaciones curriculares, … pero definitivamente el sistema universitario está desfasado respecto a las demandas que exigen la sociedad actual.

A los pocos segundos tuve una iluminación. No sabría explicar de dónde salió la idea. Pero nunca me he sentido más orgulloso de mi capacidad de reacción para afrontar una situación adversa. Por eso, dejé la tele puesta, ni una palabras más alta que otra, me limité a finalizar la frase que mi niño, a mi entender dejó a medias.

Por eso, a las 20:56 horas en el salón de mi casa, y posiblemente en un bloque de Sevilla Este, se escuchó un memorable “illa illa illa … Villa Maravilla !!!”

Pura podología.