lunes, 5 de diciembre de 2011

sócrates




Ha muerto Sócrates. Tenía nombre de filósofo y porte de sabio de Grecia. Era el capitán de la 'canarinha' que aterrizó en Sevilla en 1982 dispuesta a coronarse como tetracampeona. Pero los sueños difícilmente se cumplen.

Sócrates dejó honda huella en Sevilla pese a que calzaba un pie (un 38) desproporcionadamente pequeño para su envergadura: 1,90 metros de altura. Aquella Sevilla de la Transición tenía pocas alegrías que llevarse a la boca y Brasil fue una de ellas. La canción de Katinguelê 'Voa canarinho voa' que era el himno oficioso de la selección se mantuvo como sintonía de un programa deportivo radiofónico hasta muchos años después.

La selección de Telé Santana disputó tres encuentros en la capital andaluza: contra la URSS de Rinat Dassaev y Alex Blokhin en el Sánchez Pizjuán y contra la mejor Escocia de todos los tiempos (Dalglish, Souness, Strachan) y Nueva Zelanda en el Benito Villamarín. Los tres los ganó (2-1, 4-1 y 4-0) aunque en el primero el árbitro internacional español Lamo Castillo dejara sin sancionar un claro penalti en el área brasileña.

Sócrates, con el 8 a la espalda, dirigía aquel equipo como un director de orquesta con una elegancia en los pases que heredaría Zidane, una visión de juego que heredaría Xavi y una capacidad para el disparo lejano que heredaría Beckham. Brasil amasaba las jugadas en un modo muy parecido al que lo hace la actual selección española hasta buscar el resquicio por el que colar una genialidad de Zico, un zurdazo imparable de Eder o la llegada desde la segunda línea de Falcao o Cerezo.

La afición brasileña se metió a Sevilla en el bolsillo desde mucho antes que se inaugurara aquel Mundial de fútbol. Estaban por miles en la ciudad como una marea amarilla, con unas camisetas patrocinadas por los cafeteros que los identificaban allí donde fueran. Seguían los entrenamientos con fervor y merodeaban por el parador de Carmona donde se alojaba la selección.

La 'torcida' brasileña en Sevilla durante el Mundial de 1982.

La 'torcida' brasileña en Sevilla durante el Mundial de 1982.

Es verdad que en la capital andaluza no encontraron hinchada rival: los soviéticos no podían viajar al extranjero; los 'kiwis' estaban en la otra punta del mundo; y los escoceses montaron su cuartel general en la Costa del Sol y allí se quedaron.

En el estadio, los aficionados brasileños se hacían notar: los timbales marcaban ritmos diferentes según atacara o defendiera su selección y a cada son respondía una 'torcida' en la que no faltaban las muchachas samberas bailando en la grada. Incluso desnudas de cintura para arriba alegrando la vista a los espectadores casi tanto como el 'jogo bonito' desplegado por su equipo.

Volaban cometas sobre el área rival a donde se estuviera desarrollando el juego con una asombrosa capacidad para hacerlas remontar a tiempo de no interferir en la jugada. Los partidos eran un puro jolgorio dentro y fuera del césped. Y desde mucho antes del pitido inicial.

La fiesta se prolongaba al término de cada partido en la plaza de España en un anticipo de lo que son hoy las carpas de hospitalidad en cualquier campeonato o torneo deportivo que se precie. Allí corría la 'cachaça' y la cerveza en un hermanamiento de Sevilla con Brasil que era un soplo de aire fresco a una ciudad que había salido del tardofranquismo sin expectativas económicas y con unos niveles de desempleo elevados.

Tras la primera fase, el Brasil de Sócrates quedó encuadrada para la liguilla triangular de cuartos de final con Argentina e Italia. Venció con claridad a la albiceleste de Diego Armando Maradona y se medía con los trasalpinos en el estadio de la carretera de Sarriá por un lugar en las semifinales valiéndole el empate a la 'canarinha'.

Sócrates marcó el gol del primer empate y Falcao el de la segunda igualada, pero a un cuarto de hora del final Paolo Rossi destrozó las aspiraciones de la selección brasileña y la ilusión que había despertado desde su triple exhibición en Sevilla.

Aquel futbolista al que le sobraba la clase nunca ganó un Mundial, pero su recuerdo permanece imborrable entre quienes vieron jugar en Sevilla a aquella selección en junio de 1982.



LA PREMONICIÓN DE SÓCRATES EN 1983

"Quiero morir un domingo y con el Corinthians campeón"

  • El legendario jugador brasileño pronunció su último deseo hace casi 30 años

  • Horas después de su muerte el Corinthians ganó su quinto título brasileño

El último deseo de Sócrates se cumplió este domingo horas después de su fallecimiento. El legendario futbolista decía adiós a los 57 años de edad víctima de su turbulenta relación con la bebida, pero el club de toda su vida pudo darle el mejor homenaje posible.

"Quiero morir un domingo y que el Corinthians levante un título ese día", manifestó el legendario jugador brasileño en 1983, un tiempo en que su figura trascendió al mundo del fútbol.

Sócrates tenía la costumbre de saltar al terreno de juego y celebrar sus goles con el puño en alto, una pose que le acompañó siempre como respuesta a la dictadura que asoló Brasil del 64 al 85.

Este domingo, antes del decisivo encuentro entre Corinthians y Palmeiras, todos los futbolistas del 'Timao' imitaron al unísono su gesto. Alrededor suya, 50.000 personas en silencio y puño en alto homenajeaban a su ídolo durante el minuto de silencio.

Dos horas después, el Corinthians alzaba el quinto campeonato brasileño de su historia y hacía realidad la última voluntad de Sócrates: morir en domingo y con el Corinthians campeón.


10 comentarios:

juanluru dijo...

Tuvo que ser impresionante ver a esa selección.
Creo recordar que mi padre guarda una entrada de un partido de Brasil del mundial.
Y recuerdo también ver en la tele a Sócrates explicando cómo lanzar un penalti de tacón, adelantándose por poco al Bugue...
Lo que no tenía ni idea era de su compromiso ideológico. Leí la historia del sistema asambleario que crearon el Corintias y flipé, aunque supongo que no les funcionaría del todo.

madrile dijo...

el artículo lo he copiado. lo siento, no me gusta hacer copia y pega, pero también desconocía muchos aspectos de su vida.

mi padre lo flipó con sócrates ... y yo años después con carmen sevilla.

pedro dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
pedro dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
pedro dijo...

articulazo.
el padre del gafa creo que también lo flipó un día con carmen sevilla.

fredy1 dijo...

Mi padre tiene aún una cajita metálica, de esas antiguas de alcancías, con las entradas del Grupo F del Mundial 82, iba a los partidos con Diego Villalonga , ex futbolista y ex entrenador del Sevilla y mejor amigo de mi abuelo cuando jugaba en el Sevilla (casualmente era el jugador con el que mi abuelo se jugaba el puesto, defensa central izquierdo, cuando se jugaba con defensa de tres)
Mi padre cada vez que habla de ese equipo lo flipa, se le ilumina la cara. Me contaba lo de la cometa, y el ambiente que se vivía en esos partidos, disfrutó como un enano que envidia me da, como me hubiera gustado ver a ese equipo.
Para mi, en cambio, Socrates me recuerda uno de mis primeros cabreos gordos con el fútbol, el gol de Michel que en el mundial 86 el arbitro no vio dentro y como después Socrates metió el gol que nos hizo perder ese partido, vaya mosqueo me pille.

madrile dijo...

qué de recuerdos guardan las cajitas metálicas.

no te cabrees con sócrates pablo, él no tuvo la culpa.

para que veáis cómo ha cambiado el fútbol, hemos pasado de las inocentes cometas a los malvados láser.

pedro dijo...

eso del puntero laser me ha recordao a lo que decía punset el otro día de q pese a q está demostrado q las sociedades son cada vez menos violentas, curiosamente tendemos a percibir lo contrario.
este pepe sí que la liaba y no el del madrid

http://www.canchallena.com/1383471-la-libertadores-que-no-se-veia-por-tv

madrile dijo...

PEPE FIFA FAIR PLAY !!!

pato dijo...

Genial el artículo madrile, que poco se de futbol joder.

Anda que lo que ha puesto Pedro pasa ahora, que digo pasa ahora, si pasara algo un poco parecido...la que se liaría dios. Que huevos más gordos, me ha encantando lo del mordisco a la naranja